martes, 17 de enero de 2012

El último día

me alcanzarán los días
-seguramente- 
para hacerme igual
a los que no he sido

Ézaro Costa

Este pequeño poema habla del día en que nos alcanza el final. El día en que, todos, nos socializamos, definitivamente. El día de los "buenos". 

El tiempo que transcurre, entre el nacimiento y el día de los buenos, es eso que se llama experiencia. Hay quienes dicen que es como una peineta que llega cuando queda poco, o ningún, pelo. 
Tener sesenta y un años de experiencia es algo que te da la posibilidad de conocer la verdad sobre determinadas leyendas, más o menos urbanas. Por ejemplo; no hace falta que te digan lo bueno e importante que ha sido el Sr. Fraga Iribarne porque ya lo hemos "disfrutado o sufrido", como es el caso. 
Pero hay otro perfil del tal Sr. que no será  demasiado explorado en los noticieros o los comentarios en la red.
El Sr. Fraga tenía vocación exclusivista. Pretendía, trabajaba, y ansiaba ser de los conductores de la historia que, como bien se sabe, es querencia de muchos y territorio de pocos. Así era Él, aunque era más cosas. 

La imagen que más asocio al tal Sr. es la de las jaulas de los grises que embestían a los que pedíamos amnistía y libertad por las calles de Ferrol. En todo caso nada que no se supiese. Es verdad que la extrema derecha hubiese tenido más presencia en la transición si el papel de esta persona fuese distinto. Hay que reconocer que su "alianza popular" restó protagonismo a Blas Piñar y Cía. Es justo reconocerlo y así lo hago.

Hace muy pocos días -los días- alcanzaron a Isaac Díaz Pardo. Galego ilustre. Boa persoa. Este no necesitó llegar al último para que se le reconozca. No tenía vocación exclusivista. Su pasión era la gente, su tierra, su cultura. Él era soporte y, su trono, la generosidad. Quería parecerse a los de abajo y, en todo caso, a los inteligentes.

No hay respeto en "los medios". Son una mentira metida dentro de otra mentira más grande.

Los homenajes deben hacerse a los que no necesitan llegar al último día para ser buenos.

Hoy, diecisiete de enero, comienza el juicio a Garzón. Una venganza de la "justicia" -espoleada por el PP- para castigar la osadía del magistrado en la persecución de la delincuencia política y económica, cuestiones ambas que colocan al partido del gobierno unos escalones por debajo de la decencia. Es posible que Garzón utilizase atajos. Es necesario crear otras normas -o leyes- que impidan a los delincuentes escudarse en tales garantías, si la pruebas demuestran su culpabilidad. 

Los delincuentes tienen más garantías de las que merecen. Hay que revisarlas. Pero, lo más importante de esta "lección a Garzón" y aviso a navegantes es, sin duda alguna, que los jueces deben pasar por las urnas. Los ciudadanos tendremos que conquistar -en el camino de la soberanía popular- el derecho a valorar su labor y, cada cuatro años, decidir quienes pueden seguir en los tribunales o bien pasar a otra función.


Ya reconoce el Sr. Rajoy que el gobierno no lo puede todo. Nada que reprocharle. Ya lo sabíamos. Los que no lo saben son algunos de los que le han votado.

Hay quienes necesitan llegar a los sesenta años para saber quién es quién. Algunos aprendimos algo antes porque las circunstancias -y el deber- nos empujaron. El país era gris y triste y nuestras ilusiones se parecían a las de Isaac. Pero, a cada ilusión que levanta el vuelo, hay una cuerda que tiende a amarrarla. En esa época, la de la ilusión por la democracia, Fraga era una cuerda.

Rajoy es -lo dice Él- heredero del Sr. Fraga. Otra cuerda que, para desgracia de la mayoría, tiene muchos votos y más diputados de los que le pertenecería si la Ley que regula el asunto fuese respetuosa con la soberanía popular. Otro problema a resolver.

En muy pocos días se ha desenmascarado, pero que nadie espere que se escandalice los que lo auparon a donde está. No seamos incautos. No desmerezcamos el alto grado de desfachatez que rige las expectativas democráticas de parte del "personal". 
¿No se sabía lo que había en la Comunidad Valenciana?  
¿Qué resulta de las encuestas de intención de voto que se hacen a menudo? 
¿Sobre qué valores quiere construir su futuro, la gente?

Que nadie ponga las expectativas de futuro, sobre la mesa, sin antes reconocer que es necesario reconstruir una mayoría social que crea en los valores que nos llevaron a conquistar este escaso territorio de libertad del que disfrutamos y, a la vista está, padecemos.

La renovación y mejora de la salud social vendrá si hay otra mayoría en las urnas. No caerán de la burra los que admiten este tipo de sociedad. Esperar por su regeneración es asegurarles su continuidad.

Encontrar fórmulas para un programa común de la izquierda no admite dilaciones. Es imprescindible, a los ojos de los que ya tenemos la peineta y poco pelo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario