lunes, 23 de enero de 2012

¿Salirse del euro, la solución?

Desde prestigiosas tribunas, se hacen la pregunta y, poniendo sobre el tapete el ejemplo argentino, no desdeñan la posibilidad.

Mi respuesta, antes de meditarla demasiado, es decir que no. Y se me ocurren unas cuantas razones. La primera de ellas es que se renunciaría a una Europa distinta a la que está construyendo la derecha. En todo caso, no es algo difícil de desmontar si las urnas reflejan intereses distintos a las corrientes que hoy dominan. Es de esperar la reacción de los electorados en Francia y Alemania, avalados en propuestas más sociales de la izquierda. Es de suponer la evolución de la izquierda, allí en donde ha sido desplazada del poder.

La segunda razón para el rechazo de la idea es que, salirse del euro -plantearlo- podría ser un reclamo electoral, dados los agravios que el ciudadano de a pié adjudica a la moneda única, pero eso no nos "libra del mal". El mal es el dominio de la derecha. En los gobiernos -casi todos están en su poder-, en los medios, en la dinámica social.

La tercera razón es que no hay que dar saltos en el vacío, y menos, cuando la sociedad se está contrayendo. Al contrario. Hay que encender una luz al final del túnel.

La cuarta es que, con la derecha en plan exhibición -grotesca- tendríamos los mismos problemas fuera del euro, que dentro de la idea europea y, de paso, les ahorramos, al resto de izquierda continental, el bochorno.

El plan de la derecha es afianzar sus mecanismos de dominación social. Esto es; seguir manteniendo el estatus -y el poder- a costa de salarios y coberturas sociales -según ellos- más competitivos. Y la receta tiene dos caminos básicos: recortes de derechos y re-asignación de recursos -recortados-. Es decir: estado más corto y barato, economía más competitiva. Ambos a la baja.

Uno de los efectos de la salida del euro sería re-situar los salarios y "mejorar la competitividad". Eso se pretende por el camino de la estanflación, que ya hemos comenzado. Y mal, por no variar la costumbre. Los que tiene que bajar son los salarios obscenos -y otras coberturas- y mejorar los básicos, como poco, con lo que se debe quitar a los más altos. Esta mejora en los salarios básicos sería recuperada mediante el aumento del consumo, claramente. La segunda vía es la de una reforma fiscal más social, sin ir más lejos como las que se han dado países tan poco sospechosos de comunistas, como Suecia, Noruega, etc., y eso es posible dentro del euro, también.

El problema de España no es salarial sino, el haber dedicado tiempo y recursos a actividades que no mejoran la plusvalía social. Hemos errado en los objetivos y empleado herramientas para el estatus político   -televisiones autonómicas, aeropuertos, estructuras administrativo-políticas sobre-dimensionadas, obras megalónomas, innumerables recursos públicos para el enriquecimiento de empresas (a comisión) etc. etc.- y no para el desarrollo social, por medio de las posibilidades de la ciencia industrial, de la medicina, de la ecología etc. Entre ellas, la investigación para desarrollos industriales que den respuestas al cambio climático, sin ir más lejos.

Por el camino son imprescindibles -la caja no da para más- los recortes. Yo también lo creo. Lo que no me creo es que la derecha recorte de donde debe, sino de donde más beneficio le saca. Y así lo está haciendo. Sanidad y enseñanza, para la derecha, son nichos de negocio fundamental. Lo han sido siempre. Además, en la sanidad privada, hay un nido, grande, de fraude fiscal, vergonzoso y... vergonzante.


El euro, como expresión de una Europa con voz y soporte propios, al margen de los dominios del dólar, es un sueño alcanzable y, se ha caminado mucho como para desechar el esfuerzo. En todas las grandes conquistas, la lucha ha conocido ligeros -o grandes- retrocesos, dado que, las resistencias al avance, son muchas y poderosas. No se puede empezar una guerra que no se va a ganar. Se pueden perder algunas batallas, pero es imprescindible tener claros los objetivos. Me puedo imaginar que todo esto lo sabían quienes empezaron con la idea de la Europa Social y, a mí entender, no hay razones, sobre la mesa, para pensar lo contrario.

Imagínense, europeos, que idioma estaríamos hablando, si los infantes de marina que desembarcaron allá en las playas de Omaha, Utah, Juno y Sword, hubiesen creído que los acantilados eran inalcanzables. La noche más larga. 

El euro, el significado para la izquierda, debe ser un símbolo. La Europa social, la salida del túnel. Manos a la obra.

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